Una vez más, Gracias Luis.
Porque Jugar... ¡Es cosa de Juego!
viernes, 8 de octubre de 2010
sábado, 15 de agosto de 2009
Lo lúdico y la cultura hedonista del siglo XXI (IV)
VUELTA DE TUERCA
Desde hace varias décadas, afirmaba Graciela Scheines, el juego se instala en todos los órdenes de la vida y "pareciera que donde no se juega no se puede vivir, que no se vive bien". Esto, apuntaba seguidamente, es un abuso al igual que su carencia.
"Si bien durante siglos hubo un desprestigio del juego reforzado por la tradición judeocristiana y occidental que opone el juego al trabajo poniendo la virtud en el trabajo y en el sufrimiento, esta vuelta de tuerca actual con respecto al juego (que aparece como panacea para resolver todos los males) es muy peligrosa", consideraba Scheines.
La teórica sostenía que en la actualidad se confunde "agitación con movimiento", como resultado de una época donde el cuerpo y la juventud ocupan el valor máximo y el hacer deporte es el recurso más demandado como sinónimo de jugar.
Quizá en la cultura del cuerpo, ampliamente legitimada en las sociedades occidentales, pueda encontrarse alguna actitud lúdica en el sentido de "expresión corporal" más ligada a lo artístico que al gimnasio, sugiere por su parte Beltrán. No obstante, para él se trata sobre todo de un "síntoma de narcisimo individual, que por extensión acaba siendo social".
La dimensión lúdica, muy ligada a "lo espontáneo y lo gratuito, y al azar frente a la necesidad", puede perder estas connotaciones cuando "el cultivo del cuerpo se convierte en un comportamiento adictivo, pasando a ser una actividad instrumental antes que expresiva", añade.
Un enfoque sobre este tipo de actitudes tan cotidianas puede encontrarse en Gilles Lipovetsky y su concepto egobuilding: El deporte "se ha puesto a tono con la lógica posmoralista, narcisista y espectacular (...) el deporte de masas es una actividad dominada por la búsqueda de placer, del dinamismo energético, de la experiencia de uno mismo: después del deporte disciplinario y moralista, he aquí el deporte-ocio, el deporte-salud, el deporte-desafío". Se trata, en definitiva, de una época signada por una ética individualista donde la persona "se construye a la carta sin otro objetivo que ser más él mismo" (3).
En definitiva, el juego forma parte del universo simbólico del hombre (Ver en este dossier El ser humano: un juguete...). Desde este punto de vista, las clases de juego preponderantes, la forma de jugarlos, y el grado en que se acude a ellos, quizá digan algo del estilo de vida occidental -sus malestares, carencias y virtudes-, y de la manera en que es percibido el mundo. Y en este sentido, por qué no pensar sobre la necesidad de evadirse hacia otra realidad.
Desde hace varias décadas, afirmaba Graciela Scheines, el juego se instala en todos los órdenes de la vida y "pareciera que donde no se juega no se puede vivir, que no se vive bien". Esto, apuntaba seguidamente, es un abuso al igual que su carencia.
"Si bien durante siglos hubo un desprestigio del juego reforzado por la tradición judeocristiana y occidental que opone el juego al trabajo poniendo la virtud en el trabajo y en el sufrimiento, esta vuelta de tuerca actual con respecto al juego (que aparece como panacea para resolver todos los males) es muy peligrosa", consideraba Scheines.
La teórica sostenía que en la actualidad se confunde "agitación con movimiento", como resultado de una época donde el cuerpo y la juventud ocupan el valor máximo y el hacer deporte es el recurso más demandado como sinónimo de jugar.
Quizá en la cultura del cuerpo, ampliamente legitimada en las sociedades occidentales, pueda encontrarse alguna actitud lúdica en el sentido de "expresión corporal" más ligada a lo artístico que al gimnasio, sugiere por su parte Beltrán. No obstante, para él se trata sobre todo de un "síntoma de narcisimo individual, que por extensión acaba siendo social".
La dimensión lúdica, muy ligada a "lo espontáneo y lo gratuito, y al azar frente a la necesidad", puede perder estas connotaciones cuando "el cultivo del cuerpo se convierte en un comportamiento adictivo, pasando a ser una actividad instrumental antes que expresiva", añade.
Un enfoque sobre este tipo de actitudes tan cotidianas puede encontrarse en Gilles Lipovetsky y su concepto egobuilding: El deporte "se ha puesto a tono con la lógica posmoralista, narcisista y espectacular (...) el deporte de masas es una actividad dominada por la búsqueda de placer, del dinamismo energético, de la experiencia de uno mismo: después del deporte disciplinario y moralista, he aquí el deporte-ocio, el deporte-salud, el deporte-desafío". Se trata, en definitiva, de una época signada por una ética individualista donde la persona "se construye a la carta sin otro objetivo que ser más él mismo" (3).
En definitiva, el juego forma parte del universo simbólico del hombre (Ver en este dossier El ser humano: un juguete...). Desde este punto de vista, las clases de juego preponderantes, la forma de jugarlos, y el grado en que se acude a ellos, quizá digan algo del estilo de vida occidental -sus malestares, carencias y virtudes-, y de la manera en que es percibido el mundo. Y en este sentido, por qué no pensar sobre la necesidad de evadirse hacia otra realidad.
(Juan Pablo Palladino)
Fuente: Revista Teína
sábado, 1 de agosto de 2009
Lo lúdico y la cultura hedonista del siglo XXI (III)
LO LUDICO Y LO NEOLIBERAL
En la cultura capitalista actual el juego resalta la competitividad, asevera Morchida Kishimoto.
"La sociedad neoliberal en la búsqueda de la competencia transforma los juegos libres en juegos orientados hacia la competencia física, para la búsqueda de resultados. No se trata más del placer de jugar, de acciones inciertas que buscan la imaginación, de expresar reglas hechas por jugadores anónimos, sino de implementar reglas internacionales, con rigor de competiciones, donde el imaginario y el placer ya no tienen lugar", afirma la investigadora.
El ejemplo de cómo esta mentalidad se trabaja desde la niñez, lo brinda el hecho de que el área de Educación Física transforme los juegos en deporte, en gimnasia, en ejercicios para el cuerpo, explica.
La urbanización de los espacios públicos también hizo lo suyo. Para la académica, la práctica del juego fue confinada a clubes con poco acceso de la población, lo cual afecta a la base social de lo lúdico.
"Si la esencia del ser humano es su capacidad simbólica, su naturaleza social, confiscar el espacio de juego libre resulta una disminución del imaginario, del placer y de la comunicación", concluye.
José Beltrán tiene claro que la falta de juego implica "hurtar la posibilidad de conquistar espacios crecientes de autonomía, de ganar libertad y gestionarla con consciente responsabilidad".
Por otra parte, observa que el hombre es un "constructor social, producto toda vez que productor de sociedad y cultura" y que, por ello, es posible establecer una "relación estrecha entre formas de juego e ideologías y estilo de vida". Así, coincide con San Martín en atribuirle un papel destacado a las nuevas tecnologías en las actividades lúdicas, tanto como mediadoras como alteradores.
"Los niños de nuestras ciudades juegan cada vez menos en las calles y cada vez más en esos espacios virtuales que ofrecen la "play station". Los adultos también "juegan" interactivamente en concursos televisivos obteniendo triunfos económicos ocasionales, y desmesurados, que premian la mediocridad más que la inteligencia", sostiene Beltrán. Tampoco se olvida de mencionar los parques temáticos, a los que le recrimina el ser "cultura como espectáculo, como mera distracción o desviación del terreno de lo social, o dicho de otra forma, cultura como desvinculación o fragmentación social".
La escuela también forma parte de este engranaje cultural en tanto "instancia de reproducción social", afirma el académico. Y menciona un ejemplo muy ilustrativo para observar de qué manera el juego puede reproducir valores de la época: "Hace poco -cuenta Beltrán- podíamos leer una polémica noticia a propósito de una "innovación" educativa que llevaba por título "especuladores de pupitre"; informaba acerca de la introducción en Francia de un concurso escolar a nivel estatal en el que los niños tenían que aprender a invertir en la bolsa obteniendo los mejores resultados. Los defensores argumentaban que era un modo "lúdico" de enseñar a los jóvenes estudiantes herramientas económicas y financieras que manejarían mejor en su vida adulta. Los detractores rechazaban el uso espúreo de la escuela para "fidelizar" a una potencial clientela en las "reglas del juego" del mercado, sin el menor cuestionamiento crítico de las mismas".
A su juicio, este tipo de juegos "que privilegian los medios sobre los fines está guiado por una lógica tecnocrática que colisiona con la razón emancipadora".
A pesar de su extensa y fundamentada crítica, no pretende ser demasiado pesimista: asegura que existen contraejemplos que demuestran "signos esperanzadores de resistencia, oposición o alternativas culturales al modelo hegemónico en movimientos sociales espontáneos, lúdicos, e inconformistas que son capaces de utilizar la red, la telefonía móvil, a modo de nuevo "tam-tam" tecnológico, para corear, no tanto invocaciones a desenterrar el hacha de guerra, sino más bien gritos de paz".
(Juan Pablo Palladino)
lunes, 20 de julio de 2009
Lo lúdico y la cultura hedonista del siglo XXI (II)
EL SER QUE JUEGA
El profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Valencia, España, José Beltrán, sostiene que la asimilación del juego con la infancia tiene que ver, posiblemente, con "la construcción social del tiempo y de los estadios o fases de edad en los sujetos: infancia, adolescencia, juventud, adultez, tercera edad (ahora ya comienza a hablarse de cuarta edad)".
El académico aporta una explicación similar a la de Terr: "En la Edad Media no existía la infancia tal como la conocemos en la actualidad, como estadio diferenciado y con estatuto propio: los niños y niñas simplemente eran personas de menor edad que muy pronto pasaban a formar parte de esas unidades de producción que constituían las estructuras familiares", comenta a teína.
El correlato que la pareja infancia-diversión encuentra en adultez-seriedad, se "quiebra" fácilmente en la actualidad al asistir a una "infantilziación de la vida adulta", opina Beltran. Para quien el juego "no es patrimonio de una edad en exclusión del resto", sino que más bien "obedece a una manera de habitar este mundo o de ser habitados por este mundo".
Consultada por teína, la doctora Tizuko Morchida Kishimoto, profesora en la Facultad de Educación de San Pablo, Brasil, explicó que "el hombre y el niño jugaron en todos los tiempos".
En esta línea opina el profesor del Departamento de Didáctica y organización escolar de la Universidad de Valencia, Ángel San Martín, para quien "el ser humano es ante todo un ser que juega y mediante esta actividad aprende desde que nace hasta su muerte".
Para el académico, lo que ha cambiado es "la naturaleza y actividad del juego, hasta el punto que los juegos actuales tienen escasa semejanza con los tradicionales". Un ejemplo claro de ello lo proporciona el dato arrojado por las estadísticas que habla "del elevado porcentaje de adultos (más hombres que mujeres) que utilizan asiduamente los llamados juegos electrónicos".
Para Morchida Kishimoto es cierto que la velocidad de cambio de los tiempos actuales ha disminuido el espacio de juego y de placer. La académica se pregunta si será que los adultos dejarán de jugar. Sin embargo, señala a continuación que las sociedades "a partir del siglo XX han logrado un espacio mayor" para este tipo de actividades: el trabajo, que era la "obsesión" de los tiempos de la industrialización, ahora está siendo "redimensionado" y "el tiempo del placer está aumentando, explica. Y aunque aún es diminuto el tiempo de ocio actual con respecto al que se disponía en el pasado, la tecnología, dice, ha logrado reducir el tiempo laboral y ha generado uno mayor "para el ocio, para el juego".
La profesora brasileña indica que "es preciso comprender los juegos en cada época y cultura", ya que su significación varía en cada caso. Por ejemplo: mientras que en la antigua Grecia el cultivo de la belleza del cuerpo era habitual, entre los romanos se daba la competición. Hoy se repiten estas formas, y se agregan otras como la de los videojuegos que coinciden con una época informatizada y del espectáculo, comenta.
En su opinión, no se puede hablar de falta de juego, pero sí se puede inquirir qué clase de juegos surgen en los tiempos actuales.
Del mismo modo, para San Martín la falta de juego es una apreciación equivocada. "Los adultos en las sociedades desarrolladas –sostiene el académico- dedican mucho tiempo a actividades de juego, si bien éste ha de entenderse en términos distintos a los tradicionales. Es más, diría que ponen tanta pasión en el juego que hasta "ponen en juego" la propia vida: en la búsqueda de nuevas sensaciones se juega al límite de casi todo. Ahí están los datos semanales de siniestralidad en las carreteras, en el ejercicio físico o en el tiempo dedicado a las ciudades de consumo y entretenimiento (parques temáticos y zonas comerciales...)".
Entendiendo al juego como "una actividad concebida y desarrollada para integrar a los individuos en el entramado cultural hegemónico en cada tiempo histórico", San Martín señala que aquellas tipologías son "coherentes" con la sociedad actual, "caracterizada por la fragmentación, el individualismo y la saturación ideológica y material".
Entendiendo al juego como "una actividad concebida y desarrollada para integrar a los individuos en el entramado cultural hegemónico en cada tiempo histórico", San Martín señala que aquellas tipologías son "coherentes" con la sociedad actual, "caracterizada por la fragmentación, el individualismo y la saturación ideológica y material".
(Juan Pablo Palladino)
jueves, 6 de noviembre de 2008
Lo lúdico y la cultura hedonista del siglo XXI (I)
Jugar implica no temer al ridículo, dejarse llevar sin acarrear "nada de la vida cotidiana", sugería la filósofa argentina Graciela Scheiner, fallecida hace algunos años. Tal vez, razonaba, a los adultos les cuesta más desprenderse de una visión estructurada de la vida donde se establece lo que está permitido y prohibido, y lo que es o no importante.
Mientras que el niño, entrando en un mundo mágico, aísla la pata floja de una silla y la transforma en una palanca de cambios de un coche de carrera, los adultos sólo toman las cosas por su funcionalidad y reducen la realidad a un esquema con el fin de poder guiarse a través de la agitada cotidianeidad. La pata floja será vista por el adulto sólo cuando se caiga de la silla y vea que ésta ya no sirve para lo que fue construida. El jugador, en cambio, escinde el objeto de su utilidad y le asigna otra arbitrariamente, explicaba Scheiner.
¿Esto quiere decir que en las sociedades actuales los adultos jueguen menos?
Para la psiquiatra Lenore Terr no cabe duda: "En tiempos pasados los adultos han jugado más que ahora". La autora fundamenta su aseveración, por una parte, en el hecho de que el tiempo libre representa cada vez más "un lujo".
Pero, por otra, da una explicación histórica: Antes del surgimiento de la noción de infancia, en la Edad Media, el cuidado de los niños era menos significativo, ya que "no tenían gran valor para sus padres debido a la alta tasa de natalidad y de mortalidad y a la baja edad con que abandonaban sus casas". Sin embargo, esta menor importancia permitía que convivieran más con los adultos en sus ambientes.
Así, los juegos entre ambas generaciones mostraban poca diferencia. Con el surgimiento de la idea de infancia en el siglo XVII, primero en la clase alta, luego en la clase media urbana, grandes ritos y rituales comunales en que los niños –ahora recluidos en los colegios y por sus familias- habían participado como iguales con los adultos, quedaron vetados a los más jóvenes. "Algunas costumbres fueron circunscriptas a la infancia, y más tarde derivaron en juegos", afirma. Para Terr los niños alientan el espíritu festivo, y su ausencia determina la falta de motivos para jugar.
Empero, no todos tienen esta concepción de la actualidad: ¿No se opone a ella el hecho de que la industria del entremetimiento reine por doquier en la llamada sociedad del espectáculo y que la búsqueda del placer y de la evasión parezcan ser las motivaciones que dirigen gran parte de los comportamientos cotidianos?
Mientras que el niño, entrando en un mundo mágico, aísla la pata floja de una silla y la transforma en una palanca de cambios de un coche de carrera, los adultos sólo toman las cosas por su funcionalidad y reducen la realidad a un esquema con el fin de poder guiarse a través de la agitada cotidianeidad. La pata floja será vista por el adulto sólo cuando se caiga de la silla y vea que ésta ya no sirve para lo que fue construida. El jugador, en cambio, escinde el objeto de su utilidad y le asigna otra arbitrariamente, explicaba Scheiner.
¿Esto quiere decir que en las sociedades actuales los adultos jueguen menos?
Para la psiquiatra Lenore Terr no cabe duda: "En tiempos pasados los adultos han jugado más que ahora". La autora fundamenta su aseveración, por una parte, en el hecho de que el tiempo libre representa cada vez más "un lujo".
Pero, por otra, da una explicación histórica: Antes del surgimiento de la noción de infancia, en la Edad Media, el cuidado de los niños era menos significativo, ya que "no tenían gran valor para sus padres debido a la alta tasa de natalidad y de mortalidad y a la baja edad con que abandonaban sus casas". Sin embargo, esta menor importancia permitía que convivieran más con los adultos en sus ambientes.
Así, los juegos entre ambas generaciones mostraban poca diferencia. Con el surgimiento de la idea de infancia en el siglo XVII, primero en la clase alta, luego en la clase media urbana, grandes ritos y rituales comunales en que los niños –ahora recluidos en los colegios y por sus familias- habían participado como iguales con los adultos, quedaron vetados a los más jóvenes. "Algunas costumbres fueron circunscriptas a la infancia, y más tarde derivaron en juegos", afirma. Para Terr los niños alientan el espíritu festivo, y su ausencia determina la falta de motivos para jugar.
Empero, no todos tienen esta concepción de la actualidad: ¿No se opone a ella el hecho de que la industria del entremetimiento reine por doquier en la llamada sociedad del espectáculo y que la búsqueda del placer y de la evasión parezcan ser las motivaciones que dirigen gran parte de los comportamientos cotidianos?
(Juan Pablo Palladino)
Fuente: Revista Teína
Foto: Huellitas
lunes, 20 de octubre de 2008
Enseñar a jugar: un nuevo reto que no tuvieron nuestros padres
Uno de los fatores más importantes para el correcto desarrolo de los niños es el juego. Como padres responsables, tratamos de controlar los juguetes que utilizan nuestros hijos, y buscamos en ellos un contenido educativo que ayude al desarrollo de distintas facetas. Pero ¿sabemos si nuestros hijos saben jugar sin juguetes?, ¿nos hemos preocupado alguna vez de asegurarnos de que nuestros hijos desarrollan al mismo ritmo la capacidad de jugar que la de usar instrumentos? Los niños de hoy día tienen todo tipo de juguetes, y hoy pretendo contar qué desafíos conlleva esta indiscutible ventaja, que puede fácilmente convertirse en un inconveniente
Aunque en principio pueda parecer chocante la pregunta, el asunto tiene mucho fondo: los niños de hoy en día viven una época dominada por utensilios y herramientas cada vez más complejas y avanzadas, y en la misma línea evolucionan sus juguetes. Sin ser conscientes de ello, la mayoría de nosotros ha empezado a desarrollar una cierta adicción a las herramientas auxiliares: todo se hace mejor con las herramientas adecuadas. Y como todas ellas existen hoy día, la consecuencia es directa: dejamos de hacer eso que nos ocupa hasta disponer de la herramienta adecuada.
Este comportamiento de adultos, perfectamente normal y habitual, puede convertirse en un ejemplo pelgroso para los niños. Muchos niños de hoy día renuncian ¡incluso a jugar!, hasta que no disponen de los juguetes adecuados, tal y como ven que hacen sus padres. Esto es una muestra clara de que muchos niños de esta generación no están aprendiendo a jugar, sino a usar juguetes.
Los beneficios del juego son enormes en un niño: desarrollan la imaginación y la creatividad, así como las habilidades sociales, y son un medio excepcional de aprendizaje del entorno. Además, incluyen un componente de improvisación al que el niño debe hacer frente. Sin embargo, cuando sin darnos cuenta limitamos la experiencia del juego, muchos de esos beneficios se quedan por el camino.
Nuestro papel como padres en este caso es vital. Nosotros somos el ejemplo más cercano que tienen los niños para ver cómo se debe vivir, y en virtud de lo que vean actuarán. Así que conviene que nos preguntemos cómo actuamos nosotros mismos cuando jugamos con nuestros hijos.
¿Somos capaces de improvisar un juego cualquiera en cualquier sitio, o esperamos a que todo esté perfectamente preparado y preestablecido, con todo lo necesario?
¿Les invitamos a participar de la creación e invención del juego, o tratamos de controlar todos sus aspectos?
Los niños no necesitan nada especial para empezar a jugar en cualquier momento, pero nosotros mismo podríamos estar dándoles el mensaje contrario. Así que seamos los primeros en ponernos en marcha a la hora de jugar, y lideremos una pequeña rebelión a favor del juego imaginativo e improvisado. No se necesita nada para montar un pequeño guiñol cogiendo un peluche y escondiéndose tras una cama o una mesa, para hacer una mini obra de teatro, para contar chistes o para convertir el salón en la cocina de Ratatouille. Ellos se divertirán aún más que con un juguete (cuando hacemos eso, el "juguete" somos nosotros mismos, y ese es el mejor juguete para cualquier niño), y además les estaremos enseñando a jugar.
*Datos extraídos de Cuentos para Dormir
lunes, 13 de octubre de 2008
Abelardo Caballero, "el rescata-juegos"
Abelardo Caballero, "el rescata-juegos", falleció en Montevideo el un viernes 13 de agosto de 2004. La escritora Malí Guzmán realizó una breve semblanza de un hombre que había entablado "una verdadera campaña personal a favor del juego, de la creatividad, de la memoria".
Abelardo Caballero, "el rescata-juegos"
Abelardo fabricaba juguetes (muñequitos, molinetes) y los vendía. Vivía de eso. Estaba todos los sábados en el Paseo de la Ciudad Vieja y el resto de la semana allí donde se juntara gente. A veces usaba un gorro con pajaritos, y siempre, andaba con su bicicleta llamada Raquel (con la que volvía pedaleando, ya muy tarde, hasta su casa en el Casabó). Se había propuesto (entre otras muchísimas cosas) rescatar la memoria a través del juego y los juguetes. Visitaba escuelas o se paraba en las plazas y le enseñaba a los niños cómo eran los "juegos de antes". En su bicicleta Raquel había una bolsa enorme de donde salían baleros, piedritas de payana, zancos hechos con latas, cuerdas, el viejísimo juego del "aro" y mucho más. A mí intentó enseñarme a jugar a la "chinchiribela", un juego que trajeron aquí los primeros inmigrantes italianos (está claro que no aprendí y que casi rompemos el vidrio de un auto en la calle Grecia). Cuando hace años le hice una entrevista para la revista El Estante, me dijo :"Yo me di cuenta de que algo importante se estaba perdiendo cuando vi que los gurises ya no saben elegir piedras chatas para hacer sapitos en el agua" Abelardo empezó una verdadera campaña personal a favor del juego, de la creatividad, de la memoria. Contaba cuentos, les enseñaba a los chiquilines a creer en su propia capacidad de inventar historias. Trilló escuelas, colegios, se vinculó a la Universidad, empezó a salir en la prensa (hasta la TV acusó recibo de su insólita cruzada cultural) y desde hace años participaba en el Foro Social o viajaba al exterior para seguir desparramando su locura. Muchos lo vamos a extrañar. Sobre todo la gurisada del Cerro y el Casabó. Los adolescentes, niños y jóvenes a los que encontraba de noche, tomando vino y dándole a la droga más barata que hubieran conseguido. Pedaleando llegaba Abelardo, siempre cargado de bolsas con comida para todos ellos, y se los llevaba a la playa donde amanecían charlando, contando cuentos, compartiendo los pocos sueños que ellos tenían y la mucha esperanza que él les transmitía. Estaba por viajar a la India, y por eso en estos días las noticias eran contradictorias. Que había muerto. Que no, que lo habían visto (vivía solo). Que su desaparición era una broma más y estaba de viaje. Hoy confirmamos que el sábado pasado ingresó al cementerio del Cerro el cuerpo de quien fuera Jesús Abelardo Caballero. Allí está. Ahora que escribí todo esto no sé bien cuál es la noticia importante. Si es que Abelardo murió solo, el viernes, en su casa sin llave, o que haya existido realmente un tipo como él.
*Fuente: (www.testimonios.org)
Poema a un amigo (Por Anaclara)
Amigo del encanto y la poesía,
Buscador de sueño y sonrisa
Enamorado de la vida de la gente
Ladrón de tristezas y de mufas
Armador de vuelos en fantasías
Duende sembrador de esperanza
Orquestador sinfónico de utopías
Casi mago, casi brujo
Animador de la calle con la vida
Bajo su sonrisa anima la feria
Alquimista transformador de sombras
Lleno de ternura robada
Explícito puente de alegría
Redomado recitador de salmos luminosos
Oferente notable de amor y amistad
Amigo del encanto y la poesía,
Buscador de sueño y sonrisa
Enamorado de la vida de la gente
Ladrón de tristezas y de mufas
Armador de vuelos en fantasías
Duende sembrador de esperanza
Orquestador sinfónico de utopías
Casi mago, casi brujo
Animador de la calle con la vida
Bajo su sonrisa anima la feria
Alquimista transformador de sombras
Lleno de ternura robada
Explícito puente de alegría
Redomado recitador de salmos luminosos
Oferente notable de amor y amistad
Desde estas tierras tan al norte del mundo y viviendo un exilio económico, recibo esta noticia que dejó mis brazos más vacios al pensar y recordar tantos momentos compartidos con Abelardo, ese quijote que bicicleteó las calles de Montevideo llevando un cascabel en la mirada, y un niño eterno en el alma. Recuerdo su presencia entre tantos jóvenes en el Colectivo La Lucera, donde con energía y ocurrencias enriquecían aquel espacio de creatividad y desafíos permanentes. El mundo discurría afuera, pero parecía tan lejano su macabro proyecto, pues Abelardo rescataba de la vida su rica ludoteca aprendida de los saberes populares, de la calle de los barrios, del cuento de las abuelas, de los rincones empolvados, de sus habilidosas manos...que tejieron historias, sonrisas infantiles, espectación, interés..él supo caminar con sus molinos sobre Raquel, y hoy muchas semillas germinaron en su fértil intensión de compartir.
Vaya mi sencillo recuerdo a tan honorable persona, y quedó acá haciendo pajaritos de papel que un día me enseño hacer con los niños de la escuela, los pondré en vuelo quizás en este inmenso espacio del andar retomen su vuelo de la mano de Abelardo. Negrita
Vaya mi sencillo recuerdo a tan honorable persona, y quedó acá haciendo pajaritos de papel que un día me enseño hacer con los niños de la escuela, los pondré en vuelo quizás en este inmenso espacio del andar retomen su vuelo de la mano de Abelardo. Negrita
(comentario de "Negrita")
**Los créditos de las primeras 3 fotos son para Libertinus.
(Material publicado en Indymedia Uruguay) (Click Acá)
***Los créditos de la última foto son para "Gabu"
(Material publicado en Indymedia Uruguay) (Click Acá)
*Programa de Testimonios sobre Abelardo (Click Acá)
(duración 18 minutos - tamaño 4.25mb - www.testimonios.org)
(duración 18 minutos - tamaño 4.25mb - www.testimonios.org)
**Los créditos de las primeras 3 fotos son para Libertinus.
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***Los créditos de la última foto son para "Gabu"
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