jueves, 6 de noviembre de 2008

Lo lúdico y la cultura hedonista del siglo XXI (I)




Jugar implica no temer al ridículo, dejarse llevar sin acarrear "nada de la vida cotidiana", sugería la filósofa argentina Graciela Scheiner, fallecida hace algunos años. Tal vez, razonaba, a los adultos les cuesta más desprenderse de una visión estructurada de la vida donde se establece lo que está permitido y prohibido, y lo que es o no importante.

Mientras que el niño, entrando en un mundo mágico, aísla la pata floja de una silla y la transforma en una palanca de cambios de un coche de carrera, los adultos sólo toman las cosas por su funcionalidad y reducen la realidad a un esquema con el fin de poder guiarse a través de la agitada cotidianeidad. La pata floja será vista por el adulto sólo cuando se caiga de la silla y vea que ésta ya no sirve para lo que fue construida. El jugador, en cambio, escinde el objeto de su utilidad y le asigna otra arbitrariamente, explicaba Scheiner.

¿Esto quiere decir que en las sociedades actuales los adultos jueguen menos?

Para la psiquiatra Lenore Terr no cabe duda: "En tiempos pasados los adultos han jugado más que ahora". La autora fundamenta su aseveración, por una parte, en el hecho de que el tiempo libre representa cada vez más "un lujo".

Pero, por otra, da una explicación histórica: Antes del surgimiento de la noción de infancia, en la Edad Media, el cuidado de los niños era menos significativo, ya que "no tenían gran valor para sus padres debido a la alta tasa de natalidad y de mortalidad y a la baja edad con que abandonaban sus casas". Sin embargo, esta menor importancia permitía que convivieran más con los adultos en sus ambientes.

Así, los juegos entre ambas generaciones mostraban poca diferencia. Con el surgimiento de la idea de infancia en el siglo XVII, primero en la clase alta, luego en la clase media urbana, grandes ritos y rituales comunales en que los niños –ahora recluidos en los colegios y por sus familias- habían participado como iguales con los adultos, quedaron vetados a los más jóvenes. "Algunas costumbres fueron circunscriptas a la infancia, y más tarde derivaron en juegos", afirma. Para Terr los niños alientan el espíritu festivo, y su ausencia determina la falta de motivos para jugar.

Empero, no todos tienen esta concepción de la actualidad: ¿No se opone a ella el hecho de que la industria del entremetimiento reine por doquier en la llamada sociedad del espectáculo y que la búsqueda del placer y de la evasión parezcan ser las motivaciones que dirigen gran parte de los comportamientos cotidianos?



(Juan Pablo Palladino)





Foto: Huellitas